COSA DE PRENSA
Por Javier Rodríguez Lozano
• AMLO grilló y perfiló a su sucesor
• Ofreció muy profundos escenarios
• En la lontananza hay algo castrense
CIUDAD DE MÉXICO, miércoles 24 agosto 2022.- El presidente Andrés Manuel López Obrador grilló ayer de lo lindo –“¡lindo hermoso!”, exclamaría imaginaria voz yucateca- su sucesión presidencial.
Resucitaría a Leandro Rovirosa Wade y al cubano Raúl Castro en el contexto previo al destape de José López Portillo en 1976, (pero no dijo que, por encargo de Luis Echeverría Álvarez, del mismo modo que el de San Jerónimo Lídice empujara a su cuñado Rubén Zuno Arce y al aguascalentense Augusto Gómez Villanueva, a grillar su destape como candidato presidencial seis años atrás).
Y aquí está una de las claves que le pondrán sal y pimienta, o como decimos los periodistas de la vieja guardia: “timba, jiribiya y rampaboya”, a la Sucesión Presidencial, en la que su sucesor podría ser alguien muy joven, con quien sería honrado el testamento político oculto, precisamente de Luis Echeverría, al irse sin pagar una inédita factura, semejante a la que obligara a Carlos Salinas a sacrificar a Luis Donaldo Colosio, para pagarle al PAN la “caída del sistema” de 1988.
¿La honrará Andrés Manuel López Obrador?
He ahí la cuestión.
(Dedico este texto a Lulú Sigüenza, compañera en El Gran Diario de México de los 70-90s, quien me pidió concretar este misterio, así como a mis dos que tres lectores cautivos, un exrector universitario aguascalentense, otro politólogo potosino muy respetado y un personaje más, con el poder de decisiones históricas).
Y a propósito, entre los grandes amigos que nos privilegian con su amistad, muchos de ellos en la Conferencia Nacional de Medios (Coneme) que preside nuestro amigo Jaime Arizmendi, y del Club de Periodistas de México, A.C., que preside nuestro también amigo Mouris Salloum george (sic), nos comentaron que quiere venir de Canadá a México el cronista del Poder Global, Daniel Estulin, célebre analista geopolítico, ampliamente conocido aquí, en México.
La intención de su viaje sería sustentar otra conferencia magistral en el patio neoclásico de Filomeno Mata 8, es decir, el Club de Periodistas de México, A.C., para recordarle al presidente Andrés Manuel López Obrador que sí existe un Gobierno Global, contrario a lo que el Mandatario afirmara ayer, en su mañanera, en el contexto de las respuestas a las preguntas de nuestro también excelente amigo, Carlos Pozos, “Lord Molécula”.
Como siempre, el espacio nos resulta igual que un tabique al danzón cubano o una pequeña pista a la milonga tanguera, por lo que recurriremos a la capacidad de síntesis y convocamos a “los iniciados” a una interpretación de esta lectura, breve, pero atenta a los cánones de la crónica política, la grilla, pues.
Carlos Pozos preguntó al Presidente López Obrador sobre la versión que corre según la cual, el expresidente Felipe Calderón Hinojosa podría ser el candidato presidencial de la oposición, escenario “potencialmente exitoso” para el reportero, pero tan maloliente que Andrés Manuel mejor prefirió hacerle fuchi.
La segunda pregunta de Pozos Soto fue acerca a la nota diplomática que ha dirigido el Gobierno de México a su homólogo estadunidense, respecto al financiamiento a los opositores del Presidente AMLO, sin que hasta ahora haya respuesta.
Fue aquí donde López Obrador subrayaría que: “No existe un gobierno mundial”.
Lo diría así:
“Llevamos muy buena relación con el gobierno de Estados Unidos, pero hay prácticas políticas que consideramos inapropiadas, pensamos que son actos intervencionistas. Ningún gobierno tiene el derecho de intervenir en asuntos de otras naciones. No existe un gobierno mundial, cada país tiene su gobierno, que debe ser libre, independiente, soberano”.
(Desde 2003, el periodista lituano, descendiente de Gengis Kan; exagente de la KGB y el analista geopolítico más reconocido en el mundo, Daniel Estulin, investiga al Gobierno Global, cómo se compone y cuáles han sido sus decisiones, tomadas en una mesa de 130 hombres y mujeres, las y los más ricos del mundo en el llamado Club Bilderberg, y oficializadas a través del Foro Económico Mundial de Davos).
La tercera pregunta de Carlos Pozos, espléndidamente contextualizada con una reminiscencia paterna, fue acerca de la intención de AMLO de renunciar a la 4T en 2017 y de lo que sería México sin esta etapa de transformación nacional.
Y surgió su majestad: La Grilla… de la Sucesión Presidencial.
Relató algunas cuestiones y llegó a esta expresión: “Y estuve a punto de tomar la decisión, pero pensé también que, sin caer en el necesariato, podía yo ayudar a que se llevara a cabo la transformación2.
Sin sentirme insustituible, las circunstancias me habían colocado en un lugar en el que yo actuaba como dirigente de un movimiento y que a lo mejor no iba a ser fácil el relevo, darle continuidad al movimiento.
Más adelante diría el Mandatario: “Hay relevo generacional”, y Pozos atajó: “¿Quiénes?”
Vendría enseguida el retrato hablado, solo legible para “los iniciados”. Diría el Presidente:
“Hay varios. Entonces, ya esa preocupación de antes no existe, porque hay varios compañeros, compañeras que tienen el perfil, reúnen las condiciones para darle continuidad al proceso de transformación, y son muy buenos, mucho muy buenos, y no creo, sinceramente, que la gente quiera que regrese el régimen de corrupción, de injusticias y de privilegios. No, no”.
Cuando el Presidente asegura que “va a haber continuidad, con cambio hacia adelante, ese es mi punto de vista, esa es mi visión”, observamos la certeza de que en esta Sucesión Presidencial no hay “sana distancia”, y qué bueno.
Y Andrés Manuel entró al plato fuerte de esta grilla de la Sucesión Presidencial, al describir las raíces de “la corcholata”, usada despectivamente por sus adversarios:
El tabasqueño habló de cómo era el destape, de acuerdo a la historia reciente de la política, y se ubicó en los tiempos de Luis Echeverría, cuando los que se movían eran conocidos como “tapados”, a quienes Fidel Velázquez les daba el respaldo en el momento adecuado.
Entonces, recordamos nosotros porque también lo vivimos como reporteros, ocurría lo mismo que cuando Manuel Camacho Solís, que se frustraría ante la nominación de Colosio en 1994; y ya no hablemos de José Vasconcelos cuando Pascual Ortiz Rubio le robara las elecciones en 1929, extraordinarias por el asesinato de Álvaro Obregón.
En 1976 “el bueno” para muchos era Mario Moya Palencia, entonces Echeverría hilvanó la tenebra, para que su amigo desde la adolescencia, Leandro, lo mismo que José López Portillo, grillara a favor de éste; y esto fue lo que se le ocurrió a Rovirosa Wade, quien habló de seis tapados y lo que vendría después, como lo contó ayer Andrés Manuel:
“Entonces, el ingeniero Rovirosa me platicó, porque luego fue gobernador de Tabasco, yo empecé en el gobierno trabajando con él, él me dio la oportunidad de ser director del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco, de 1977 a 1982, saliendo de la escuela, ahí aprendí a trabajar para los pobres y por los indígenas, desde 1977, siendo él gobernador, estaba entrando como gobernador. Pero esto fue antes, ya cuando él llega de gobernador está ya López Portillo de candidato o ya de presidente.
“El caso es que hay una recepción aquí en Palacio y vienen invitados especiales del mundo, gobernantes, jefes de Estado. Y a los secretarios les toca atender a un invitado especial y al finado López Portillo, que todavía era secretario de Hacienda, le tocó atender a Raúl Castro.
“Entonces, en la recepción, cuenta el ingeniero que vienen López Portillo y Raúl Castro, y se topan con él y López Portillo le dice: ‘Este es el ingeniero Leandro Rovirosa, secretario de Recursos Hidráulicos’, entonces Raúl le dice: ‘Ah, el destapador’, y entonces el ingeniero dice: ‘Sí, y esta es mi corcholata favorita’, señalando a López Portillo, y le atinó”.
LA COSA ES QUE…
Y aquí saldamos nuestra deuda con el misterio:
En 1969, luego que el candidato presidencial Luis Echeverría, cayera en la trampa de un estudiante de la Universidad Nicolaíta de Morelia, de guardar un minuto de silencio en memoria de los caídos en la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, incluidos los soldados, el secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, exigió el presidente Gustavo Díaz Ordaz que cambiara de candidato, porque el Ejército le retiraba su apoyo a Echeverría.
Don Gustavo no pudo, LEA dominaba todos los controles de las decisiones presidenciales y tendría que pactar con el general García Barragán para mantener su candidatura:
En su rancho de Autlán, en Jalisco, don Marcelino, a cambió del perdón castrense, recibió la promesa del Echeverría de apoyar al candidato presidencial que propusiera el sector militar en 1976, promesa que LEA nunca cumplió.
Por eso hoy la pregunta es:
¿Honrará Andrés Manuel López Obrador la memoria política del echeverrismo que le vio nacer a la política?
Podría ser un joven, muy joven, pero en extremo eficiente y de extracción militar, íntimamente vinculado al testamento oculto de Luis Echeverría, la nueva “corcholata”; la buena.
Y la verdad, nosotros creemos México saldría ganando.
Qué tal.